Día 6 - 12/09/2014
El sexto día comenzaba más o menos temprano como todos los demás y con la rutina inicial de los demás días. Aunque hoy iba a ser un día especial, o al menos especialmente emotivo. Y lo que no nos imaginábamos era cómo de emotivo.
Tras organizar las cosas, asearnos y desayunar en la estación de metro, cogimos el metro para ir hasta el sur y bajarnos lo más cerca posible de la hoy llamada Zona Cero. Era el día 12 de septiembre, al día siguiente del aniversario del fatídico 11-S. El día del aniversario, el acceso a la zona estaba restringido a los familiares de las víctimas del más trágico atentado de nuestros días.
Lo primero que uno ve cuando se está acercando a la zona es el impresionante edificio que están terminando de construir y que ya es el más alto de todo Nueva York. Es además un edificio muy bonito, con cristaleras azuladas, que destaca sobre todos los de alrededor. Es uno de los que van a componer el nuevo World Trade Center.
Al lado de la Zona Cero está la central de bomberos que tiene fuera un mural enorme de cobre en memoria de todos los bomberos que cayeron aquél día. Al haber estado el día anterior los familiares de las víctimas, estaba todo lleno de flores, dedicatorias, fotografías, ... Bastante impresionante todo.
Para poder entrar en la Zona Cero se recomienda realizar la reserva por Internet, puesto que de lo contrario la cola de espera es enorme. Nosotros teníamos ya la hora de entrada indicada y de esta forma no tuvimos que esperar nada. Eso sí, para entrar hacen un chequeo exhaustivo tipo al de los aeropuertos.
Una vez se entra, se llega a un jardín en el que a lo lejos se ve un árbol en el centro, que está sujeto por algunos cables. Dicho árbol fue el único que quedó en pie cuando cayeron las torres gemelas y por eso se ha convertido en una especie de símbolo. Está protegido para que la gente no se acerque a tocarlo y sujeto por varios cables, porque supongo que el estado de estabilidad no será muy bueno.
Después ya se llega a la parte en la que han construido las piscinas en los lugares exactos en los que estaban las ausentes torres gemelas. Aunque había visto algunas fotos de la zona, verlo en directo me dejó maravillado. Me parece una idea genial lo que han hecho. Son unas grandes piscinas cuadradas en las que por cada borde cae una cascada de agua, pero en el centro de cada piscina hay un agujero más pequeño por el que cae el agua hacia el infinito, ya que no se aprecia el final. Por supuesto, las piscinas están hechas en color negro, el color del luto. Arquitectónicamente me parece sublime.
Lo que yo no sabía, porque evidentemente en las fotos no se aprecia, es que en los bordes de las piscinas están escritos con letra tallada en bajo relieve los nombres de todas las víctimas. Muchos de ellos estaban ese día con banderitas americanas, con fotografías familiares, con dedicatorias escritas por las esposas o los hijos e hijas, todo ello dejado justo el día anterior.
Y ahí es cuando de repente a uno le cambia el chip. De pronto, los cerca de 3000 muertos anónimos, empiezan a verse de forma diferente. Cuando ves las fotos familiares y empiezas a leer las dedicatorias, vas poniendo rostro y te vas emocionando con historias realmente trágicas. Y poco a poco, las lágrimas empiezan a empañar los ojos. Parece mentira como al verse uno allí, ve las cosas de manera muy diferente y empieza a sentirlo como más suyo. Se siente la injusticia de aquella masacre poniendo rostros a esas víctimas que hasta ahora eran anónimas y que eran un número. Muy grande, pero al fin y al cabo un número. Yo no pensaba que me iba a afectar de esa manera, pero hay que estar allí para sentirlo y vivirlo. Y no es cuestión de ser de lágrima fácil o no, porque basta con tener un poco de corazón para que los sentimientos afloren. Estuve llorando mucho rato y no me avergüenzo en absoluto de decirlo.
Que todas las víctimas descansen en paz.
Salimos de allí con el corazón bastante encogido y entramos en la tienda en la que se pueden comprar todo tipo de cosas relacionadas con lo que fue el World Trade Center. No cogimos nada, ya que en casa ya tengo suficientes libros y fotos sobre el tema. Estuvimos poco rato y después nos acercamos hasta la pequeña iglesia que hay cerca y que el día de la tragedia fue una especie de hospital improvisado, ya que por cercanía pudieron montar allí camillas y demás para atender a la gente herida. No pudimos entrar, porque nos la encontramos cerrada.
Decidimos ya cambiar de tercio y acercarnos hasta Wall Street, otra zona muy conocida, aunque me la esperaba bastante más grande. Estuvimos delante del Federal Hall, el edificio que alberga la famosa bolsa de Nueva York. Después de varias fotos seguimos bajando la calle para llegar hasta el famoso toro de Wall Street. ¡Increíble la cantidad de gente que había! Estaba completamente rodeado de turistas, sobre todo nipones, cámara en mano para hacerse la foto junto a esta gran estatua de bronce. Estuvimos haciendo cola y al final pudimos sacarnos la correspondiente foto de rigor, aunque costó lo suyo.
Luego subimos calle arriba en busca de la tienda Century 21 que hay por Wall Street, ya que queríamos verla también. Eso sí, esta vez entramos para echar un vistazo rápido nada más, buscando cosas muy concretas. Y al salir de allí, nos dirigimos a la tienda J&R, que es otra tienda de electrónica de varios pisos con fama de buenos precios, aunque no encontré las cosas que buscaba.
Justo en ese momento empezó a llover un poco y como ya iba siendo hora de comer, decidimos buscar algo por la zona. Tuvimos mucha suerte, porque encontramos prácticamente enfrente de la tienda un lugar que nos gustó muchísimo. En Nueva York hay varios de ese estilo y lo que más me choca es que por aquí no existan, porque la idea es muy buena. Se trata de una especie de mercado de tiendas que venden comida y que tienen un comedor común para todas ellas. Uno puede comprar lo que tienda en el establecimiento que quiera, teniendo bastante variedad. Nosotros compramos la comida en uno, las bebidas en otro y los postres en otro. Se va juntando en una bandeja y después se va a una de las mesas del comedor, que es como una especie de patio interior cubierto. Comimos fenomenal y por muy poco precio, porque esta especie de restaurante-tienda son muy baratos. Desde luego, ideal para salir del paso.
Al salir de allí ya había parado de llover, así que de maravilla. Hay que reconocer que tuvimos muy buena suerte con el tiempo en todos los días de la estancia. Aparte de esas cuatro gotas y algo más ese mismo día, no tuvimos más lluvia.
Tocaba ahora cambio de zona, así que cogimos de nuevo el metro para salir en la boca de un original barrio, Chinatown. Cuando salimos de la boca del metro, ya vimos que el lugar era muy diferente al resto de la ciudad. Todos los carteles estaban escritos en chino y la mayoría de las personas que circulaban por allí eran orientales. Sorprende, por ejemplo, que en las pescaderías, tienen muchísimo género que está vivo. Y que lo venden vivo, claro. Estuvimos paseando un rato por allí y sacando unas pocas fotos.
Tras ver un poco el ambiente, seguimos andando para llegar a otra zona limítrofe que también es curiosa, Little Italy. En su día, le pequeña Italia era un parte bastante grande, pero poco a poco se les han ido comiendo terreno. Mientras Chinatown ha ido creciendo, Little Italy se ha ido reduciendo y cada vez es más pequeña, quedando hoy en día apenas una calle principal y algo de las limítrofes. Casualmente coincidimos con una fiesta italiana, por lo que la calle principal estaba engalanada. Estaba llena de puestos callejeros que vendían muchas cosas, pero sobre todo comida. Y se desbordaba alegría, como en toda buena fiesta. A mí me gustó mucho, aunque no sé cómo será cuando no estén de fiesta.
Cuando salimos de allí nos fuimos a mirar varias tiendas de deportes y de calzado, porque Elena estaba empeñada en comprarse unas deportivas Converse, que allí se suponía que estaban a muy buen precio. Pero no hubo forma, porque en ninguna parte encontrábamos ninguna que estuviera a buen precio del modelo que quería.
Tras recorrer unas cuantas tiendas, cogimos otro metro para cambiar de zona y llegar hasta Chelsea. En concreto, queríamos visitar el mercado, que teníamos referencias de que era bastante original. Mientras nos acercábamos a la entrada, me encontré con el megaedificio de Google. Vaya oficinas que tienen en la ciudad neoyorquina.
Muy cerquita estaba el mercado de Chelsea y para adentro que nos fuimos. Y, ciertamente, es muy original. Las tiendas que hay allí son de lo más coquetas y hay un poco de todo. Visitamos unas cuantas. Nos encantó una pastelería llamada "Eleni's" que tenía dentro un montón de tipos de dulces, pero los más originales eran unos que servían casi para hacer manualidades. Dulces en color blanco que vienen con sus pinturas para que cada uno los coloree a su gusto. Por supuesto, todo comestible. Y, por supuestísimo, nada baratos.
También nos llamó la atención una carpintería que te daba dos opciones, o te hacían los muebles que les indicaras, o te permitían que los hicieras tú mismo. Ellos ponen la madera y las máquinas y, evidentemente, sale mucho más barato. Claro que luego ya dependerá de la habilidad de cada uno, pero ellos también te enseñan. Nos pareció muy buena idea, la verdad.
Tras las visita nos encaminamos de nuevo hacia el metro para volver a cambiar de lugar. Nos bajamos cerca del hotel Milford Plaza, porque teníamos curiosidad por verlo. Y no es para menos. Es uno de los hoteles más lujosos de la ciudad y es impresionante toda la parte del hall. No me imagino cómo serán las habitaciones. Está todo cuidadísimo hasta el último detalle y hay cantidad de tiendas dentro del hotel, aunque mucho me temo que no para nuestros bolsillos.
Luego nos fuimos andando hasta la estación central, que está a un cuarto de hora de distancia andando. Esta estación es impresionante y tiene un estilo arquitectónico muy peculiar, ya que se ve que es antiguo. Nada más llegar allí, entramos por una de las escalinatas y la vimos desde arriba. Enseguida me vinieron a la mente varias escenas de películas. Desde la de "Supermán" original de Christopher Reeve de cuando yo era un chaval, hasta la impresionante escena del cochecito de niño cayendo por la escalera en "Los Intocables de Eliot Ness". Y es que Nueva York es como un plató viviente.
Estuvimos un buen rato paseando por la estación, ya que es bien grande. Vimos también una exposición de Apple que tenían allí montada. Y también nos tomamos algo para descansar un poco. Por supuesto, probamos una peculiaridad sonora que se da en este edificio. En una de las zonas, el techo tiene forma de arcos y hay cuatro columnas, una en cada esquina. Pues bien, si uno habla en una esquina hacia una de las columnas, se escucha perfectamente en la esquina opuesta. Se puede hablar incluso en susurro y la acústica es muy buena. Curiosidades de las ondas.
Cuando fuimos a salir de la estación sí que estaba lloviendo bastante. Tanto era así, que preferimos volver a entrar y coger el metro desde la propia estación. Nos bajamos ya cerca del hotel y decidimos cenar algo en la estación de metro, ya que estábamos cansados. Entramos en el Kentucky Fried Chicken, que en Londres ya nos había gustado, para dar buena cuenta de varios tipos diferentes de pollo. Cuando acabamos de cenar nos fuimos ya al hotel a descansar, que iba siendo hora. Habíamos tenido otro día intenso y nuestro planning iba ya muy bien. Incluso por encima de las previsiones que habíamos hecho.