DIA 7:
¡Primer día en Dublín! Tras el desayuno enfilamos hacia nuestro primer destino, El Castillo de Dublín.
El Castillo de Dublín data del siglo XII aunque lugar es histórico desde mucho antes ya que aquí existió un asentamiento Vikingo. Fue reconstruido en numerosas ocasiones aunque conserva la gran torre medieval que destaca sobre el resto del edificio.
Ha tenido muchos usos a lo largo de su historia pero, básicamente, fue el centro del poder inglés en Irlanda durante siete siglos hasta que Irlanda se independizó en el año 1922. El Castillo se puede visitar y dentro nos encontraremos con La sala de la Guardia real, El Salón del Trono, Las habitaciones de Estado, La Capilla Real, El salón de San Patricio y Los Apartamentos del Virrey. Es una visita muy recomendable.
Muy cerca de ahí se encuentra la Biblioteca Chester Beatty llamado así porque fue donada por el coleccionista Sir Alfred Chester Beatty, un magnate de la industria minera. En ella se encuentra una gran colección de manuscritos, grabados y objetos artísticos de algunos países de Asia, Oriente Medio, África del Norte y Europa. Destaca su colección de religiones del mundo, con ejemplares del siglo IX del Corán o algunos de los más antiguos ejemplares del Antiguo Testamento.
Desde allí nos marchamos hacia la Catedral Christ Church, también conocida como la Catedral de la Santísima Trinidad que es una de las dos iglesias más importantes de Dublín (junto con la Catedral de San Patricio).
El origen de la catedral hay que buscarlo también en la época vikinga, ya que aquí se erigía un templo vikingo. Bajo la iglesia se encuentra una gran cripta que es la estructura más antigua de Dublin que sigue en pie. Como curiosidad, dentro de la cripta se encuentra una cafetería.
Nos dimos un paseo por Grafton Street, una calle muy bulliciosa de Dublín y no lejos de ahí nos encontramos con la estatua de Molly Mallone, una mujer que de día se dedicaba a vender pescado con su carro y de noche ejercía el oficio más antiguo del mundo. Es costumbre hacerse una foto tocando un pecho de su generoso escote.
Foto: Internet
La canción "Cockles and Mussels" (berberechos y mejillones) le rinde honor a esta mujer y tan fuerte es su leyenda que se ha convertido en un auténtico himno para los dublineses.
Pasamos muy cerquita de la zona de Temple bar donde está el "Wall of fame" (o muro de la fama) de Dublín donde se pueden ver fotos de los más grandes músicos y artistas irlandeses, desde U2 a Sinead O'Connor, pasando por los Crawberries o por el gran Van Morrison.
Pero si hay un músico que destaca sobre el resto, ese es Rory Gallagher. Un artista desconocido para el gran público pero un auténtico "Dios" para todos los grandes aficionados al Rock o Blues. Cuenta una anécdota que una vez un periodista le preguntó a Jimmy Hendrix que "¿Que se sentía al ser el guitarrista nº1?" y este le contestó, "No sé, tío. Pregúntale a Rory Gallagher".
Seguimos nuestro camino y pasamos por Trinity College, que visitaremos mañana.
Y nos marchamos hacia la antigua prisión de Kilmainham que ha recluido a muchos de los activistas por la independencia de Irlanda durante más de 100 años y donde muchos fueron ejecutados. La hambruna de 1848 hizo que muchos delinquieran para que les metieran aquí y al menos tener algo que comer.
En esta cárcel se han rodado numerosas películas, entre ellas destaca "En el nombre del Padre".
Nos fuimos a descansar un poco al parque de Saint Stephens, uno de los más animados de la ciudad. Una de las zonas más curiosas de St Stephens Green es el parque para ciegos, que cuenta con plantas aromáticas con carteles en braille.
Una curiosidad de Dublín son las puertas de sus casas, pintadas de numerosos colores. Numerosas leyendas buscan una explicación a este detalle. La más rebuscada es la de un irlandés que volvía a casa cargado de pintas de cerveza y que encontró a su mujer con otro hombre, así que los mató a los dos. A la mañana siguiente y pasada la resaca descubrió que eran sus vecinos. Así que para evitar confusiones se ordenó que se pintaran las puertas de diferentes colores.
Una explicación un tanto rebuscada para estas puertas de colores que, seguramente, solo están ahí para dar un toque de color a los monótonos edificios de la ciudad.
En la plaza Merrion nos encontramos a la famosa estatua de Oscar Wilde, uno de los escritores favoritos de mi mujer. La ciudad rinde así un homenaje al genial escritor que fue perseguido por su homosexualidad, recordemos sus palabras: "
La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador."
Y nuestro día llegaba a su fin, decidimos marchar a cenar y por el camino nos encontramos con una agencia de viajes especializada en Disneyland Paris.
Rematamos el día en la animada zona de Temple Bar donde brindamos con una pinta de Guinness.
CONTINUARÁ....